La diosa del ladrillo

sábado, 13 de febrero de 2016

16. De Granada a Bucaramanga (La diosa del ladrillo, editorial Dauro)

16. De Granada a Bucaramanga

     —¡So putón! Me has costado doscientos dólares —le gritó ante la total indiferencia de Valentina, que permanecía sumida en una especie de profundo trance, en ocasiones con los ojos levemente entornados.     
     El Moi se acercó al ventanal con sigilo, como quien espera sorprender a alguien en el balcón. Tras abrir la puerta corredera y comprobar la penumbrosa soledad de la terraza, volvió a cerrarla precipitadamente, esmerándose en correr las cortinas hasta tapar por completo los enormes ventanales. Inmediatamente procedió a comprobar la iluminación de la habitación, apagando y encendiendo los distintos sectores de luces. Finalmente decidió dejarlos encendidos todos a la máxima potencia, incluso la luz del cuarto de baño, que con la puerta abierta despedía hacia la habitación un importante chorro de luz extra. Acto seguido comenzó a desnudar a Valentina. No le llevó ni un minuto despojarla de su liviano y corto vestido de noche amarillo. La hermosa vista que tenía ante sí le hizo detenerse unos minutos en una especie de éxtasis contemplativo. De pronto, rápidamente, como un poseso, echó mano de su móvil y empezó a fotografiar planos de detalle de sus voluminosos pechos, guarnecidos por un bello sujetador de encaje blanco, y de su vientre y pubis delineado elegantemente por un coulotte de encaje a juego con el sujetador. Tras dar por terminada su sesión fotográfica, empezó a desnudarse rápida- mente, tirando la ropa indiscriminadamente por la habitación y, con el pulso muy tembloroso, comenzó a masturbarse encima de ella. Cuando parecía estar a punto de eyacular, detuvo en seco su actuación onanista para proceder a acabar de desnudarla por completo. Acto seguido, colocó su teléfono móvil de última generación en el escritorio que había frente a la cama y, tras encontrar el ángulo de visión que mejor podía captar toda la cama en un amplio plano de conjunto, pulsó el botón de grabación de vídeo. Inmediatamente posó ante la cámara del móvil como habitual presentador y actor de uno de los numerosos shows que acostumbraba a grabarse con chicas previo pago. En esta ocasión, como era habitual en él, quería aparentar que se trataba de una conquista más. Así que empezó a actuar y a hablar como si Valentina lo escuchara y formara parte, voluntariamente, del espectáculo pornográfico:page404image3976 page404image4136 page404image4296
     —Bueno, nena, aquí me tienes listo para darte mandanga y enseñarte lo que es bueno —aseguró con una sonrisa forzada, mientras se empinaba con dificultad para mostrar ante la cámara la potente erección provocada por la pastilla de viagra que hacía una hora se había tomado disimuladamente durante la cena. Su micropene no parecía tan pequeño desde que hacía unos años una prostituta china le aconsejó mantener siempre la zona genital bien rasurada. Desde entonces, el Moi se sentía un poco más hombre.
     No eran aún las doce de la noche y el Moi tenía, según sus cálculos, unas cinco horas más por delante para disfrutar los efectos de la escopolamina en Valentina y los del viagra en su miembro viril. El Moi sometió a Valentina a una inten- siva y feroz violación de casi cinco horas, llegando incluso a sodomizarla. Tan sólo la dejó descansar durante los escasos treinta minutos que necesitó, en plena faena, para una nueva sesión de fotos y para un breve descanso en el que se dio una ducha de agua fría y pidió a la recepción del hotel que le subieran dos tónicas y una hamburguesa doble de queso para reponer fuerzas. De todo ello dejó constancia en las tres grabaciones que necesitó para filmar por completo su conquista sexual. Llegó a usar hasta tres tarjetas de memoria externa en su móvil para no dejar escapar el más mínimo detalle de su gesta, que dejó como recuerdo en el cuerpo de Valentina un salvaje desgarro anal. El Moi se marchó a la habitación de ella sin importarle lo más mínimo su maltrecho estado físico. 

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