La diosa del ladrillo

martes, 23 de febrero de 2016

17. Fantasía de fogueo (La diosa del ladrillo, editorial Dauro)

17. Fantasía de fogueo
Se acercaba el mes de abril de 2008. Empezaba a oler a azahar, a cirio y a Semana Santa. Las primeras terrazas de verano comenzaban a abrir las puertas en los pueblos del cinturón de la capital. Bárbara conocía, desde su primera etapa de novia del Paquitín, las correrías anteriores de este por los pubs de las afueras engatusando con su primer BMW Z3 descapotable a las inocentes chicas de pueblo a las que él solía declararles amor eterno y prometerles matrimonio para acabar desvirgándolas en el asiento trasero del coche, y entonces desvanecerse para siempre de sus vidas. Todas estas aventuras y correrías se las contaba a Bárbara en su momento como auténticas proezas de las que se sentía terriblemente orgulloso. Bárbara trataba de recordar todas y cada una de estas historias, como la de aquella chica indefensa de un pueblo, huérfana al cuidado de su abuela, con la que necesitó casi un año para ganarse su confianza hasta poderle arrebatar la virginidad. En castigo por haberle hecho esperar todo ese tiempo, el Paquitín, confabulado con tres amigos desalmados, simuló un atraco en pleno campo, rodeados de chopos, en la oscuridad y el secreto de la noche. Los tres chicos la violaron y finalmente la abandonaron atada a un largo chopo toda la noche, hasta que el Paquitín, al alba, volvió a aparecer para fingir rescatarla. Nuria, que era como se llamaba, no denunció nada por miedo y por vergüenza. Él la dejó en la puerta de su casa, tirada, llamándola «puta», por no haberse resistido a ser violada. Al día siguiente, por la mañana, a Nuria la encontró su anciana abuela en el granero de su decrépita casa, ahor- cada. Bárbara no sabía si esta historia era verdadera o una de sus tantas mentiras. En su momento buscó la noticia en la hemeroteca del periódico local, haciendo un ligero rastreo sin éxito. Fuera verdad o mentira, ella creía al Paquitín capaz de semejante ruindad, y tanto si había cometido ese delito como si no, el simple hecho de habérselo contado con tal morbosidad, lo convertía ante Bárbara en el protagonista de un engaño, de una violación múltiple y en el instigador de un suicidio aun cuando todo hubiera sido simplemente fruto de su enferma y pervertida imaginación. Para Bárbara el mal y el daño no estaban sólo en los actos, también en los pensamientos. Bárbara acababa de encontrar la ocasión de convertir ahora al Paquitín en el relevo de Nuria en el olmo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario