17. Fantasía de fogueo
Se acercaba el mes de abril de 2008. Empezaba a oler a
azahar, a cirio y a Semana Santa. Las primeras terrazas de
verano comenzaban a abrir las puertas en los pueblos del
cinturón de la capital. Bárbara conocía, desde su primera
etapa de novia del Paquitín, las correrías anteriores de este
por los pubs de las afueras engatusando con su primer BMW
Z3 descapotable a las inocentes chicas de pueblo a las que
él solía declararles amor eterno y prometerles matrimonio
para acabar desvirgándolas en el asiento trasero del coche, y
entonces desvanecerse para siempre de sus vidas. Todas estas
aventuras y correrías se las contaba a Bárbara en su momento
como auténticas proezas de las que se sentía terriblemente
orgulloso. Bárbara trataba de recordar todas y cada una de
estas historias, como la de aquella chica indefensa de un
pueblo, huérfana al cuidado de su abuela, con la que necesitó
casi un año para ganarse su confianza hasta poderle arrebatar
la virginidad. En castigo por haberle hecho esperar todo ese
tiempo, el Paquitín, confabulado con tres amigos desalmados,
simuló un atraco en pleno campo, rodeados de chopos, en la
oscuridad y el secreto de la noche. Los tres chicos la violaron
y finalmente la abandonaron atada a un largo chopo toda la
noche, hasta que el Paquitín, al alba, volvió a aparecer para
fingir rescatarla. Nuria, que era como se llamaba, no denunció nada por miedo y por vergüenza. Él la dejó en la puerta de su
casa, tirada, llamándola «puta», por no haberse resistido a ser
violada. Al día siguiente, por la mañana, a Nuria la encontró
su anciana abuela en el granero de su decrépita casa, ahor-
cada. Bárbara no sabía si esta historia era verdadera o una
de sus tantas mentiras. En su momento buscó la noticia en
la hemeroteca del periódico local, haciendo un ligero rastreo
sin éxito. Fuera verdad o mentira, ella creía al Paquitín capaz
de semejante ruindad, y tanto si había cometido ese delito
como si no, el simple hecho de habérselo contado con tal
morbosidad, lo convertía ante Bárbara en el protagonista de
un engaño, de una violación múltiple y en el instigador de
un suicidio aun cuando todo hubiera sido simplemente fruto de su enferma y pervertida imaginación. Para Bárbara el
mal y el daño no estaban sólo en los actos, también en los
pensamientos. Bárbara acababa de encontrar la ocasión de
convertir ahora al Paquitín en el relevo de Nuria en el olmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario